viernes, 24 de mayo de 2013




Última jornada de liga. El estadio vacío a horas de que el árbitro señale el inicio del encuentro.

Todas las entradas vendidas y tan solo, como siempre en un día cualquiera, vacío por dentro pero lleno de historia.

De lunes a sábado me sentía solo, mis dos laterales y mis dos fondos, el césped, maltratado como cada año en las últimas jornadas de liga.

Llevaba años rompiendo hojas del calendario esperando a que por fin, aquel equipo volviese acordarse de mi y se sintieran orgullosos de poder ser acogidos como en cada encuentro que aquí se celebraba.

Ya no soy un niño, me siento como un abuelo al que su familia le visita los fin de semana y sonríe, pero a la vez cuento los minutos que faltan para que me vuelvan a visitar, durante la semana me siento solo, pero hay algo que me hace mantenerme con ilusión y es el amor que por ellos siento.

Hubo un tiempo donde me visitaban más a menudo e incluso venían equipos de muy lejos para jugar aquí, de hecho el año pasado vinieron equipos que decían que venían desde Europa, yo no se de donde, siempre estuve en el mismo lugar y siento que no me moveré de aquí porque es donde quiero estar.

Mi familia son todos los componentes que durante tanto tiempo hasta hoy, han vestido la camiseta, esa camiseta de lineas rojas y blancas que tan bien le queda a mis muchachos. 

Les tengo un gran aprecio y se, que a ellos también se lo tienen, de hecho en cada encuentro mis gradas se llenan de gente que gritan y gritan, cantan, se alegran o lloran, pero siempre se marchan a casa con ganas de volver a estar aquí, ellos también son mi familia. Muchos de ellos ya no vienen, tristemente fallecieron pero están tan presentes sus voces, que aunque dicen  que reunimos a 40.000 en cada encuentro, siento que en mis gradas se multipliquen por 1000 esa pasión que por mis  muchachos esa gente siente y sean de la época que sean, siempre corean el mismo grito.


Hubo años mejores y otros peores como en todas las familias, pero claro, como cualquier persona, mi familia es especial, para mi, mi familia es única y por encima de todo están ellos en las buenas o en las malas.

Tan especial que han pasado tantos por mi familia, que a pesar de que ya soy viejo, recuerdo los nombres de todos ellos y a su vez, guardo un gran recuerdo de todos los días felices que con ellos viví.

Han pasado tantos años ya... nací un 21 de Agosto de 1913, mi padre fue Manuel María Smith, y aunque no quede bien decirlo, seguro que se ha sentido orgulloso de mi y de todo lo que todo esto ha representado.

Cerca de los 100 estoy y aunque el corazón me noto muy vivo, se que no estoy bien y si late tan fuerte, es por la pasión que por ellos siento.


Pienso en lo que he vivido y no puedo reprimir derramar alguna que otra lagrima, pero al cabo del rato, acabo llorando solo, como cuando era un niño y esos muchachos festejaban aquí sus títulos, pero esta vez era diferente, aquellas lagrimas me hacían daño.

 Se que no volveré a verlos ganar, me hice viejo y aunque haya vivido mucho siento impotencia de no poder seguir viéndolos más.


 Ya son las 20.00, día 26 de Mayo, la gente ha entrado y han llenado las butacas, los jugadores han saltado y el árbitro se acaba de llevar el silbato a la boca.


 Esta noche no me encuentro bien, aquellas voces que tantas noches me han acompañado, familiares de aquellos que me vieron nacer, retumbaban en mi cabeza.


 Esas voces golpeaban fuerte, muy fuerte y a la vez, poco a poco sentía que perdia el conocimiento.



 Lo último que escuché fue el silbato del árbitro, pero esta vez muy débil.


Pude levantar la cabeza y vi a la gente mirándome, tristeza en sus rostros, e incluso de niños, vi algún niño triste y eso que no llevaba mucho tiempo viniendo.


Poco a poco iba sintiéndome más débil, hasta que acabé derrocado y en una sensación de paz, mi corazón dejó de latir.

Un hombre con la camiseta de mi equipo estaba tras una luz muy fuerte que dañaba.

Una luz muy fuerte dañaba mis ojos, me eché la mano a la cara y di un par de pasos hacia adelante...de espaldas, un hombre con la camiseta de mi equipo.


 Me llama reiteradamente, diciéndome ven, comienza el fútbol.


 Avanzo y acabo sentándome, parece ser que hoy juega mi familia.


 Telmo Zarra me abraza, nuestros muchachos han marcado el primer gol.


 Me llamaban La Catedral y siempre seré del Athletic.

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